Hace un mes en Kerala se celebró los votos perpetuos de cinco religiosos indios. No tenía muchas ganas de ir pero sabía que esta vez me tocaba, así es que lo dispuse para un viaje rápido de no más de cuatro días (casi tres se van viajando).
Los indios viajan mucho (un escritor decía que eran un pueblo semi-nómada) y creo que es totalmente cierto. El medio más famoso y popular sigue siendo el tren y es como otro mundo aparte dentro de la caótica India pero multiplicado. Los ríos de gente que van y vienen, las miríadas de personas que duermen o esperan mientras el siempre puntual retrasado tren llega ofrecen un colorido y ambiente único e inimitable. Junto a ella unos cuantos puestos que venden refrescos, té, café y algo de comida ayudan a sobrellevar la espera o atender al viajero que apresurado baja del vagón para comprar lo que no puede obtener en el tren. Da igual hacia donde mires, siempre habrá gente. Y luego están los que no se mueven o parecen vivir allí, niños de la calle que pasan el día en las estaciones mendigando o pidiendo dinero, hombres y mujeres de mediana edad que parecen ancianos y que han hecho de las estaciones su casa y su lugar de trabajo. Y allí todo convive en una extraña armonía, gente de toda clase social (podríamos descartar a los muchos ricos que hay y que viajan en avión) mezclada pero sin tocarse, un mundo donde todos aceptan a todos pero cada uno en su sitio y sin salirse de su papel… las estaciones de tren son una pasada y un ejemplo veraz si uno quiere conocer cómo es La India. Después está el viaje en sí que significa aún más, el contacto con gente de todos los estados de La India que viajan y viajan hacia casa de familiares y amigos, o a un templo famoso para rendir tributo y adoración a su dios o diosa. Y los hay tan famosos que miles (y me quedo muy corto) y miles de personas viajan en fechas señaladas atestando los ya abarrotados trenes dando lugar a esas imágenes tan características que alguna vez hemos visto en la tele o nos han mandado por internet de cientos de personas que intentan entrar donde ya no hay sitio para nadie, o eso parece. Es absolutamente increíble, una experiencia única y acojonante cuando te toca vivirla.
En el viaje de ida me tocó compartimento con dos personajes muy curiosos, dos hombres de unos sesenta años que viajaban al templo de Sudarbanath en Kerala donde miles de personas de toda La India van unos días a rendir culto. Este templo es de los más famosos y sólo abre sus puertas tres meses al año por lo que durante estos meses las carreteras y trenes se llenan de sus seguidores llamados ayyapas. Digo carreteras porque la peregrinación empieza andando por ellas hasta que llegan a una ciudad grande y allí cogen el tren. Los más devotos y acérrimos van vestidos completamente de negro y se someten a un período de abstinencia severo hasta completar la peregrinación. Con los dos que yo viajé eran lo totalmente contrario, dos tipos que a las puertas de la jubilación decidieron pasar unos días entre oraciones y juergas. Como el viaje es de unas veinticuatro horas, me es imposible no acabar respondiendo a todas sus curiosidades, especialmente si hablan un poco inglés. Yo, como trabajador social, pues así dice mi visa, les explico a qué me dedico mientras curiosos de otros compartimentos se acercan a escuchar. Lo mejor es que al cabo de un par de horas estos dos tipos ya me habían ofrecido comida, bebida y tabaco para el resto del viaje. Además, uno de ellos me aseguraba que si les iba a ver al templo, me proporcionarían juerga y mujeres, algo que se puede obtener a los alrededores del templo. Pasote.
La celebración de los votos perpetuos fue bonita y colorida, como suele ser aquí, larga, con muchos cantos… después se parte la tarta y a comer: arroz especial (briyani), varios tipos de curry, pollo, ensalada de frutas, lo típico pero muy rico. La tarde fue tranquila, deportes y rezo. Yo estaba alojado en la habitación de Pedro que es el superior y que se encontraba en Portugal por asunto del visado. Ojeando su estantería vi un libro de Paulo Coelho, escritor al que le tengo paquete sólo porque leí un par de entrevistas y no me gustaron, pero el libro se titula “The pilgrimage” y trata sobre su experiencia realizando El Camino de Santiago, y reconozco que pudo más mi devoción por el Camino que mis prejuicios, por lo que se lo cogí prestado y lo devoré en unos días. Me gustó y mucho a pesar de su mezcla de esoterismo, religión, leyenda y mito que en ocasiones me chirriaba, pero que en otras tantas ha alimentado mi convicción de hacer el Camino, solo o con alguien más, y hacerlo más pronto que tarde. Veremos.
La vuelta fue también curiosa en un vagón lleno de ayyapas, curiosos, preguntones pero sin problemas. Lo peor fue que todos durmieron con las ventanas abiertas y no pude dormir ni un minuto pues no llevé ni una triste manta. Surreal! Un extranjero pasando frío en uno de los estados más calurosos de La India y rodeado de indios que roncan a pierna suelta.
Los indios viajan mucho (un escritor decía que eran un pueblo semi-nómada) y creo que es totalmente cierto. El medio más famoso y popular sigue siendo el tren y es como otro mundo aparte dentro de la caótica India pero multiplicado. Los ríos de gente que van y vienen, las miríadas de personas que duermen o esperan mientras el siempre puntual retrasado tren llega ofrecen un colorido y ambiente único e inimitable. Junto a ella unos cuantos puestos que venden refrescos, té, café y algo de comida ayudan a sobrellevar la espera o atender al viajero que apresurado baja del vagón para comprar lo que no puede obtener en el tren. Da igual hacia donde mires, siempre habrá gente. Y luego están los que no se mueven o parecen vivir allí, niños de la calle que pasan el día en las estaciones mendigando o pidiendo dinero, hombres y mujeres de mediana edad que parecen ancianos y que han hecho de las estaciones su casa y su lugar de trabajo. Y allí todo convive en una extraña armonía, gente de toda clase social (podríamos descartar a los muchos ricos que hay y que viajan en avión) mezclada pero sin tocarse, un mundo donde todos aceptan a todos pero cada uno en su sitio y sin salirse de su papel… las estaciones de tren son una pasada y un ejemplo veraz si uno quiere conocer cómo es La India. Después está el viaje en sí que significa aún más, el contacto con gente de todos los estados de La India que viajan y viajan hacia casa de familiares y amigos, o a un templo famoso para rendir tributo y adoración a su dios o diosa. Y los hay tan famosos que miles (y me quedo muy corto) y miles de personas viajan en fechas señaladas atestando los ya abarrotados trenes dando lugar a esas imágenes tan características que alguna vez hemos visto en la tele o nos han mandado por internet de cientos de personas que intentan entrar donde ya no hay sitio para nadie, o eso parece. Es absolutamente increíble, una experiencia única y acojonante cuando te toca vivirla.
En el viaje de ida me tocó compartimento con dos personajes muy curiosos, dos hombres de unos sesenta años que viajaban al templo de Sudarbanath en Kerala donde miles de personas de toda La India van unos días a rendir culto. Este templo es de los más famosos y sólo abre sus puertas tres meses al año por lo que durante estos meses las carreteras y trenes se llenan de sus seguidores llamados ayyapas. Digo carreteras porque la peregrinación empieza andando por ellas hasta que llegan a una ciudad grande y allí cogen el tren. Los más devotos y acérrimos van vestidos completamente de negro y se someten a un período de abstinencia severo hasta completar la peregrinación. Con los dos que yo viajé eran lo totalmente contrario, dos tipos que a las puertas de la jubilación decidieron pasar unos días entre oraciones y juergas. Como el viaje es de unas veinticuatro horas, me es imposible no acabar respondiendo a todas sus curiosidades, especialmente si hablan un poco inglés. Yo, como trabajador social, pues así dice mi visa, les explico a qué me dedico mientras curiosos de otros compartimentos se acercan a escuchar. Lo mejor es que al cabo de un par de horas estos dos tipos ya me habían ofrecido comida, bebida y tabaco para el resto del viaje. Además, uno de ellos me aseguraba que si les iba a ver al templo, me proporcionarían juerga y mujeres, algo que se puede obtener a los alrededores del templo. Pasote.
La celebración de los votos perpetuos fue bonita y colorida, como suele ser aquí, larga, con muchos cantos… después se parte la tarta y a comer: arroz especial (briyani), varios tipos de curry, pollo, ensalada de frutas, lo típico pero muy rico. La tarde fue tranquila, deportes y rezo. Yo estaba alojado en la habitación de Pedro que es el superior y que se encontraba en Portugal por asunto del visado. Ojeando su estantería vi un libro de Paulo Coelho, escritor al que le tengo paquete sólo porque leí un par de entrevistas y no me gustaron, pero el libro se titula “The pilgrimage” y trata sobre su experiencia realizando El Camino de Santiago, y reconozco que pudo más mi devoción por el Camino que mis prejuicios, por lo que se lo cogí prestado y lo devoré en unos días. Me gustó y mucho a pesar de su mezcla de esoterismo, religión, leyenda y mito que en ocasiones me chirriaba, pero que en otras tantas ha alimentado mi convicción de hacer el Camino, solo o con alguien más, y hacerlo más pronto que tarde. Veremos.
La vuelta fue también curiosa en un vagón lleno de ayyapas, curiosos, preguntones pero sin problemas. Lo peor fue que todos durmieron con las ventanas abiertas y no pude dormir ni un minuto pues no llevé ni una triste manta. Surreal! Un extranjero pasando frío en uno de los estados más calurosos de La India y rodeado de indios que roncan a pierna suelta.
Vaya, NO ME LO PUEDO CREER: Paulo Coelho.
ResponderEliminarEl libro en castellano se titula: El Peregrino de Compostela (Diario de un mago). Has sido muy fiel en el comentario del libro: leyenda y mito es una constante en la mayoría de los libros de Paulo Coelho.
A ver si una vez terminada la lectura de este libro, empiezas el que te he regalado (se lo has llevado a India, cosa que tampoco puedo creer).
Tengo una asignatura pendiente en mi vida: El Camino de Santiago. Es un sueño que con toda seguridad algún día se hará realidad y ojalá puedan acompañarme Laura y Fran.
Feliz MMXI. Cuídate mucho.
Ray