miércoles, 3 de noviembre de 2010

varsham, lluvia

Esta mañana no he ido a celebrar al poblado al que voy los domingos. Me llamaron para decirme que cuando llueve tanto la gente no se mueve de sus casas y además el minúsculo sitio donde celebramos tiene goteras por todas partes, así es que prefieren que vaya el martes para el día de los difuntos o de las almas como dicen en inglés y que me gusta más, pero no sé todavía si podré ir…
Y llueve tanto e inesperadamente debido, o eso dicen, al nuevo tsunami que se ha producido en la costa oeste de la isla de Sumatra en Indonesia y que unos días después llegan sus consecuencias como rebote a la costa este del sur de La India. La lluvia es fina y casi permanente, como una bendición, que lo sería si no fuera por el desastre natural del que viene. Indonesia al encontrarse sobre la falla que divide Asia de Oceanía sufre una exposición continua a los latigazos de la naturaleza que cada vez con más frecuencia se revuelve y grita. No hace falta ser muy inteligente para entender que algo tenemos que ver en todo esto. De momento la lluvia sigue cayendo sobre Eluru en un tiempo del año en el que normalmente es soñada.
Y a todo ello supongo que se debe la pérdida de luz en buena parte de la casa, sus perennes idas y venidas que la ha sumido en los dos últimos días en un sitio de sombras y oscuridades que invitan a sestear o sentarse a escribir a sabiendas que es un momento propicio para dejarme llevar por ralladuras que en otros momentos no me atrevería a ponerlas por escrito, pero como me encuentro a gusto…
Y digo a gusto porque he notado para mi satisfacción que los efectos positivos tanto de las tres semanas que estuvieron Cari y la madre como las otras tres que pasé en España siguen de alguna manera alentándome después de cinco semanas desde que regresé. Mi hermana Cari me regaló un libro de gramática inglesa que me está ayudando mucho para ir mejorando mi pobre inglés (así lo considero sin subestimarme). Cada día trabajo un buen rato en él y poco a poco va creando un pequeño poso que espero aumentar en la medida que lo estudie y sea capaz de retenerlo y ponerlo en práctica. Estoy contento de ello y disfruto. El telugu nunca llegué a estudiarlo en condiciones, aprendí con Samuel a medio leerlo que no es tarea fácil pero los últimos meses antes de ir a Indonesia fueron tan agitados que lo dejamos allá por finales de enero y nunca más lo retomamos. A ello se unía que cuando no tengo claro si realmente va a merecer la pena dedicar tantas horas a algo como el estudio del telugu deambulo sobre ello en una pérdida de tiempo y energía que asusta. Sí, ya sé las veces que he dicho que no importa el tiempo que esté aquí y lo mucho que me encantaría poder comunicarme con la gente de a pie, sobre todo con los del poblado al que voy en el que me siento cada vez más lleno, pero luego tengo que sentarme y lo más importante, encontrar la persona adecuada que me enseñe. Parece que estoy en el camino correcto o al menos es una senda por la que veo luz, pues he dado con uno de los escolásticos más pequeños y llevamos cinco días. No es nada la verdad pero por vez primera tengo la sensación de que en esta ocasión algo decente saldrá. Todo dependerá de mí y las ganas que ponga. Veremos.
Mañana es uno de noviembre y javito Luengo cumple años, treinta y nueve si mal no recuerdo. No sé si llamar o escribirle. Cuando estuve en Madrid en el mes de septiembre nos fuimos una tarde a pasear por el parque del oeste, Rosales y varias idas y vueltas desde el Fray a la casa de mis padres hasta que nos cansamos de hablar o es muy tarde. Nuestras conversaciones suelen ser jugosas pues nos queremos y conocemos bien y hay cosas que contar después de casi un año. Todavía quedan temas por descubrirnos pero en otros tantos nos sabemos mutuamente como para no andar con tapujos. Así es que cuando me preguntó si quería seguir trabajando como educador y formador le dije que no por mucho pero que me voy a dar un tiempo. Necesito ver algo de más luz ahora que me siento caminar…
Ya es dos de noviembre, el pequeño monzón se disipa. Son las ocho de la mañana y ya cuesta exponerse a los rayos del sol. Pica pero hoy se agradece. Como en otras ocasiones, no sé la sensación que dejo escrita. Es de libre interpretación. Para mí, buena.