jueves, 24 de septiembre de 2009

el mes de cinco

Al fin de semana siguiente, 29 y 30 de Agosto) los ocho escolásticos de segundo año y un servidor lo pasamos en Vijayawuada y alrededores. El motivo fue el siguiente: a lo largo del año hay varios meses que tienen cinco fines de semana. Pues bien, cada vez que ocurre esto, ese último fin de semana se prepara una salida cultural-religiosa-lúdica de cada tutor con sus pupilos. Ellos son los que lo preparan todo con el asesoramiento y la aquiescencia del tutor. Era la primera vez y pregunté de qué se trataba. La razón fundamental es pasar un fin de semana juntos haciendo cosas diferentes y poder charlar de temas que normalmente no salen a diario, pero buscando también un tiempo de diversión. Los ocho se confabularon rápidamente para ir a la playa, así es que pensé en algo donde cupiera un poco de todo. Y salió estupendamente. A las seis de la mañana del sábado ya estábamos en camino. En esta ocasión contamos con el Jeep que tenemos destartalado pero donde entrábamos los nueve y no teníamos ninguna prisa. El plan fue el siguiente: la mañana del sábado la pasaríamos en la playa (una playa llena de escombros y basura, con el agua marrón por las lluvias, pero playa) bañándonos y jugando con la pelota. La verdad es que disfruté mucho. Casi ninguno sabe nadar, así es que nos mantuvimos en zona de agua hasta la cintura. Había por allí unos pescadores y les compramos unos pescados. Después se las ingeniaron para hablar con una mujer que nos cocinó arroz y el pescado por unas cuantas rupias. Nos sentamos a comer en una especie de pórtico a la entrada de una casita y rodeados de barro, lodo y desperdicios. Comimos sentados en el suelo. Yo tengo cada vez más problemas de elasticidad muscular, pero ellos que me miman ya se las apañaron para encontrarme una especie de taburete chiquitito donde posar la comida y estar algo más cómodo. La comida estaba buenísima. Luego por la tarde estuvimos visitando unos conventos de amigos y amigas suyos, y celebramos la Eucaristía en una capilla con un calor más que generoso. Después rumbo a Vijayawada donde cenamos en un restaurante que ellos conocían (arroz y pollo) y a dormir en convento de unas monjas en el que a la mañana siguiente celebré la Eucaristía con extensa homilía. Todo lindo.

El Domingo fue otro día magnífico. Por la mañana programamos una visita a un parque (único sitio donde he visto papeleras) con unas atracciones acuáticas estilo indio pero que estuvo muy bien. Después fuimos a ver un pequeño templo hindú para acabar comiendo más arroz en una especie de bar. Yo les había pedido que por favor me tenían que llevar a un templo hindú que fuera grande y mereciera la pena verlo, así es que después de comer en Vijayawada visitamos el templo hindú más grande de la ciudad. El templo tiene dos entradas: una para los que quieren llevar sus ofrendas, rezar a la divinidad y participar del rito (es más caro), y otra para los que sólo vamos de visita. Hay que entrar descalzo, obviamente, a pesar de la suciedad que impera por todos los lados. Se va visitando en un recorrido hecho con pequeñas vallas y tanto dentro como fuera del templo hay infinidad de tiendas y gente vendiendo figuras divinas, libros, incienso… pero todo muy caótico. Distinto a lo que me imaginaba y muy lejos de todos los power points que recibimos sobre los sitios más característicos de la cultura india, sin embargo me gustó al parecerme estar más en sintonía con lo que uno ve por aquí.

El fin de semana acabó con una lluvia torrencial mientras volvíamos en el Jeep. Ah!, se me ha olvidado contar que el sábado por la mañana en la playa pude ver de nuevo a mucha gente que transportaban en tractores a Ganesh para meterla en el mar mientras cantaban y danzaban al son de la música de percusión en su mayoría. Como os decía antes, la fiesta en honor a Ganesh se alarga unos dos fines de semana.

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