jueves, 23 de febrero de 2012

THE WAY

Cuando por fin pude ver The Way me encontraba en el escolasticado de Filipinas, el internet funcionaba correctamente y megaupload no había sido intervenido todavía. Fue a mediados de Marzo del año pasado y madre mía qué deprisa pasa el tiempo!... Confieso que en todo momento intenté disfrutar de ella sin juzgarla anticipadamente desde mi punto de vista, de aquel que ha andado parte del Camino casi diez años y ese rollete. Además tenía en mi cabeza lo hablado con la difunta sobre sus sensaciones cuando ella vio la peli y trataba que nada de aquello me influyera como para no ser capaz de valorar lo que de positivo tuviera. Un mes más tarde me encontraba haciendo El Camino durante diez días, yo solo por primera vez, y reconozco que mi perspectiva se vio agrandada, se amplió mi mirada con una nueva experiencia, única, distinta a lo vivido y también con muchas cosas en común, pero sobre todo me hizo comprender que aquello que chirriaba por parecerme tópico y simplista era en realidad bastante más cierto y sincero de lo que había juzgado en primera instancia. Aún así coincidía con mi querida difun que la peli no recoge apenas algo del sufrimiento y del esfuerzo físico, de cómo responde nuestro cuerpo ante lo que nos va ocurriendo, de la lucha entre nuestro buen espíritu y los demonios que nos amilanan. Es cierto. La peli se centra más en mostrarnos la relación que se va forjando en ese grupo de “improbables” que no deja de ser un tropo tan antiguo como el cine, pero que el director Estévez establece como grupo itinerante del protagonista, Tom, dándole  singularidad a cada uno de los personajes. Tom, viejo y herido; Sara, mujer azotada que trata de escapar de su vida cotidiana y que acaba topándose con alguien tan previsible como otro norteamericano; el amable pero ansioso Joost, y la buena interpretación de James Nesbitt como escritor pretencioso y de poca delicadeza.

Por otra parte creo que la peli acierta en que capta bastante bien la textura de la vida en El Camino donde el cerebro se va fijando en un puñado de obsesiones como la ruta, las camas, comida, el tiempo, los albergues, y también relata con cierta veracidad aquellos que intentan aprovecharse del peregrino cansado o el generoso que abre la puerta por la noche y da de cenar a unos caminantes empapados. Aún así estos hechos podríamos tildarlos de secundarios aunque importantes.

Creo que cualquier película que hable tan explícitamente sobre la vida y sus cambios, corre el riesgo de caer en las promesas típicas de los libros de auto-ayuda donde uno se cura de sus taras fácilmente, o que asistamos a un final hollywoodiense tan convencional como no creíble. No voy a negar que algo de esto tenga la peli si bien el personaje de Jack, buscador de una gran historia que contar, de apetito voraz y bastante impresentable, aporta un tono irónico, simplista, casi molesto en ocasiones, pero realista. De todas las maneras al final queda la sensación de que es una película hecha más para el gusto de peregrinos extranjeros que para los que pertenecemos a la piel del toro

 Como conclusión me quedo con lo bueno, lo que más me ha gustado y que vale para todo el mundo: el Camino queda, como dice Jack en la peli, como una metáfora de lo bueno. Peregrinos, viajes, búsquedas son analogías de cada vida, de las aspiraciones, luchas, fracasos y éxitos. Y The Way lo explicita con brillantez: cuatro peregrinos con la esperanza de que su andadura les cambiará de alguna forma, con la certeza del trecho que hay entre la experiencia y su significado en la vida de cada uno, pues es cierto que no se suele entender el significado de tal experiencia hasta bastante más tarde a pesar de que su tintineo permanece bien vivo y con diferentes sensaciones a lo largo de los siguientes meses. De alguna forma me recuerda a Lost in Translation  en sus consecuencias finales, que huyendo de ser un melodrama o una ironía sin sentido, encuentra una forma de retratar a personas que reaccionan ante cosas que medio-sienten, medio-entienden. Aquí se aprecia ese destello de auto-conocimiento, un momento callado de asombro y un regreso a su ser que podríamos llamar felicidad.

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