Occidente tiende a ver como contradictorios a distintos sistemas de pensamiento o culto que dicen aparentemente cosas diferentes, pues está acostumbrado a pensa en términos excluyentes de acuerdo al principio de no-contradicción. Pero para el pensamiento hindú toda las ideas son a lo sumo aproximaciones a la verdad, y ninguna idea, ningún concepto ni símbolo pueden encerrar o limitar a la última realidad. Ésta es necesariamente inexpresable, y sólo “conocible” por identificación, por experiencia directa. La mente india no se satisface con una única respuesta. Lo que es cierto a un nivel desde un punto de vista deja de serlo al contemplar las cosas desde otro punto de vista más elevado: toda enunciación depende del punto de vista. Así, parecen coexistir en el hinduismo el politeísmo, el monoteísmo, el panteísmo, el ateísmo, el dualismo y el no-dualismo, que no son aquí categorías excluyentes, sino visiones distintas de una misma realidd, dedos que señalan a la luna desde distintos lugares. “Así como los sentidos, por ser múltiples, disciernen diversos aspetos de un solo objeto, de la misma manera las diversas escrituras presentan múltiples aspectos del Supremo, que es Uno”, dice el Bhágavata Purana.
La visión hindú de la vida es lo que se llamaría hoy “holística”. Considera que todo lo que hay constituye un todo inseparable, donde cada parte refleja a las demás. El universo no es la creación de un Dios exterior, sino la manifestación de lo inmanifestado, la Realidad Última expresándose por medio de innumerables formas, en una tragicomedia (lila) donde todas las posibilidades o potencialidades se manifiestan en innumerables universos. Detrás y más allá de todo lo que hay está, pues, la Divinidad, no como algo exterior, sino como la esencia más profunda, el ser real de todo lo existente, dirigiendo el universo desde dentro. Por este fuerte sentido de la inmanencia, de la presencia divina en todo lo que existe, en la India todo, desde una piedra hasta un hombre, puede ser divinizado y recibir culto, pues a través suyo se intuye el espíritu eterno.
En el hinduismo se otorga una gran importancia a la experiencia espiritual. Una tradición espiritual muy desarrollada, que hunde sus raíces en una antiguedad muy remota, se ha venido transmitiendo de maestro a discípulo. Mientras que en Europa los místicos han tenido que ir a menudo a contracorriente para ser más tarde aceptados a regañadientes y santificados, en la India los místicos (las personas con experiencia espiritual) son la base misma de la tradición, y la amplitud y maleabilidad del hinduismo les han ofrecido un gran campo de acci´n, aunque ocasionalmente se hayan enfrentado a la ortodoxia sacerdotal. El santo constituye en la India la cumbre de la pirámide social.
El fin último del hombre según la visión hindú es moksha o mukti, la liberación de todas las ataduras y limitaciones de la existencia condicionada (en este mundo o en mundos celestiales) mediante la unión con la Divinidad, o mejor dicho, mediante una iluminación o toma de conciencia inmediata y directa de que uno siempre ha estado unido a la Divinidad. Sin embargo, este es un ideal muy remoto para las masas hindúes, que aspiran únicamente a ascender a un mundo celestial tras la muerte o a conseguir una encarnación mejor en su próximo nacimiento, y a que sus rituales y oraciones sean recompensados por beneficios concretos en este mundo. Pero el pueblo indio es sinceramente religioso y posee una gran devoción. En la India da la impresión de que de alguna manera los dioses están presentes entre los humanos. Lo sagrado, ya casi totalmente desaparecido en Occidente, aún está muy presente en la vida de los indios. Pero, al contrario que en Occidente donde se separa lo sagrado de lo profano, esta división apenas existe en la India. La espiritualidad y la mundanidad, la vida diaria y lo sagrado se mezclan continuamente, lo que a menudo choca al visitante.
En la religión hindú se pueden distinguir tres corrientes. Una es la telógico-filosófica, la ortodoxia brahamánica preservada por los pándits o brahmanes eruditos que estudian y transmiten las escrituras; esta corriente estña muy debilitada hoy en día, al carecer los pándits en la sociedad moderna del prestigio del que gozaban hace una generaciones y de medios de vida dignos. La segunda está básicamente formada por los sadhus y saniasis (monjes errantes) que atesoran las enseñanzas más secretas e interiores y las transmiten por iniciación de maestro a discípulo. Ellos son quienes han conservado y conservan los conocimientos más espirituales, a pesar de que en su mundo se den también con cierta frecuencia del desvarío, el comportamiento estrafalario y el parasitismo. Y a estas dos corrientes hay que añadir el hinduismo popular, mezcla compleja donde se juntan miles de ritos, cultos, reencias y supersticiones junto con una cierta forma de vida.
La mayor fuerza del hinduismo, lo que le ha permitido perdurar y readaptarse a circunstancias muy distintas a lo largo de los siglos, es su flexibilidad y descentralización. En la India ha habido siempre una gran tolerancia en cuanto a las ideas, mientras que se exige de cada uno el comportamiento adeucado. Al contrario que en Occidente, la sociedad es bastante cerrada, mientras que siempre ha habido una gran libertad intelectual.
Apenas nunca ha habido persecucioens religiosas ni quema de libros o herejes en la India, y siempre ha existido una gran libertad de pensamiento. Los filósofos y pensadores exponían sus ideas sin trabas, y las únicas peleas eran dialécticas. Buddha predicó libremente su doctrina heterodoxa (para el hinduismo) hasta su vejez sin que nadie se lo impidiera. En Kerala han existido desde hace siglos comunidades cristianas, judías y musulmanas a las que se dejaba total libertad de practicar su culto y seguir sus costumbres. Bajo el reinado de Shivaji, el líder maratha que luchó contra el fanatismo y la intolerancia del emperador musulmán Aurangzeb, había una iglesia cristiana y muchas mezquitas en Puna, la capital, y los creyentes de estas religiones no eran molestados en lo más mínimo.
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