miércoles, 24 de junio de 2009

algo más

. La despedida había sido sencilla y muy sentida, a mis hermanos les convencí que no vinieran ya que Javi Luengo sí lo haría y los papis estaban acompañados. La sorpresa fue cuando nos encontramos a la loca de Yola en el aeropuerto. Me hizo mucha ilusión aunque el momento no me dio para expresarlo convenientemente. Yo me encontraba tranquilo pues tenía el pálpito de las cosas normales y así fue. El viaje fue largo y a pesar de un regimiento de niños indios que no paraban de gritar y llorar al lado mío, no se me hizo pesado.
Chennai me recibió con treinta grados a las doce de la noche, y aunque se pusieron algo pesados con la dirección exacta de a dónde iba a vivir, se solventó sin grandes más apuros. La salida estaba llena de gente y yo iba mirando cartelitos hasta que un joven me preguntó si era scj. Habían venido cuatro a recogerme, un hombre que trabaja en la casa, un estudiante de teología con los estudios ya terminados y en puertas de marcharse a Argentina, el nuevo provincial del distrito india Kusmaryadi, y una monja carmelita con las que tenemos buena relación. Del aeropuerto a Eluru “sólo había quinientos kilómetros”, así es que viajamos toda la noche. Chennai es una ciudad de siete millones de habitantes que pertenece al estado de Tamil Nadu y aunque era de madrugada las calles estaban llenas de gente con cientos de personas que conducen los famosos ricksaw durmiendo por el suelo.
La carretera que lleva hasta casi Eluru es una autovía medianamente asfaltada. Yo no tenía sueño y vine hablando con Kusmaryadi y mirando todo lo que iba pasando, porque a pesar de la hora y que era una autovía, la carretera seguía llena de gente y sobre todo cientos de camiones que en muchos momentos estaban parados formando una cola enorme en el carril de la izquierda y había que esquivar. Todos los camiones llevan escrito en la parte trasera una frase que dice ”por favor, toque la bocina”,y es que este país no sé qué haría sin el claxon que es tocado permanentemente en la carretera, pueblos y ciudades. Fue mi primera señal de identidad de la India, el absoluto delirio que supone conducir con miles de camiones, motorbikes, ricksaws, bicicletas, personas y algunos coches que se abalanzan por las calles y carreteras en un perfecto caos. Impresionante. Además, viniendo por la autovía, cada cinco o diez minutos había que esquivar a un camión que conducía en sentido contrario por nuestro carril directamente hacia nosotros, unas cuantas vallas que anunciaban socavón y a las cientos de personas que cruzan la carretera en bici o andando cuando les parecía oportuno. Fascinante.
A eso de las nueve de la mañana y después de haber parado en la casa que es el Noviciado para desayunar desembarcamos en Eluru, mi nueva casa y que es teologado del distrito India. En la India tenemos cinco casas, tres en el estado de Andhra Pradesh y dos en el estado de Kerala; ambos estados pertenecen al sur de la India. Las casas de Andhra Pradesh son: un seminario menor, la casa del Noviciado, y el teologado. Y las casas de Kerala son un seminario menor y el filosofado. El orden cronológico de pertenencia sería: seminarios menores, filosofado (tres años), noviciado y cuatro años de teología, para terminar haciendo por unos meses o año lo que nosotros llamamos “experiencia comunitaria” en mitad de la carrera en Salamanca, y que aquí la realizan en Filipinas hasta que el distrito India vaya creciendo. Luego son destinados a una de las cinco casas. Y junto a esto, en breve vamos a abrir una casa cerca de Bombay (Mumbai) en la que tres religiosos (que son indios) van a empezar a vivir allí. Dos de ellos ya han estado residiendo por la zona en el último año mientras se consigue el permiso del obispo y la zona donde nos vamos a instalar.

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