jueves, 29 de diciembre de 2011

Algo de mi dos mil once

Si alguien me pidiera que en pocas palabras dijese lo que siento al término de este dos mil once, diría que siento que ha sido un buen año para mí, no sólo por lo que he vivido sino, sobre todo, por lo que creo que va a venir en el doce, es decir, por las consecuencias que espero tomen linda forma en los próximos meses y que se están gestando en este año, especialmente en los últimos meses.

Al mirar hacia atrás recuerdo el tiempo antes de marchar a Filipinas, y no es que fuera especialmente feliz. Los meses anteriores habían sido insípidos y cuando no amargos por lo que me acostumbré a vivir con lo que había. Después en Filipinas a partir de mediados de Marzo fueron tres semanas preciosas que puede que tengan su repercusión en los siguientes años… Y de allí a España. Los dos meses en España fueron estupendos. Al poco de llegar me fui a hacer El Camino durante la Semana Santa, justo antes de la operación de hernia. El Camino fue el regalo que me hice y que tanto deseaba realizar. Mis nuevos amigos, Antonio y Mari. Maravilloso. Luego la operación, recuperarme y empecé a viajar por casi todas nuestras casas hablando a la gente y a los alumnos de La India, amén de las bodas y bautizos en Novelda (os quiero Ácido y Luisma), Madrid, Huelva y Salamanca. Fue un tiempo intenso y precioso aunque al final no pude ir a Venta de Baños y lo sentí de veras. A nuestra provincia la encontré vivida y en movimiento, me gustó. Creo que la nueva comunidad en Murcia y el hecho de un nuevo consejo provincial le han dado estímulo y empuje a la provincia. En todas las casas, como siempre, me recibieron magníficamente y siempre me sentí feliz y tranquilo. Además disfruté lo que pude con mi familia y me vino genial. De alguna manera y sin darme cuenta me fui descargando de toda la oscuridad que había acumulado en el último año y llegué a La India en los primeros días de junio esperanzado y contento de mi regreso.

Los meses siguientes a mi vuelta aparte de reconciliarme con la casa y algunos de los escolásticos significó la vuelta a una vida tranquila pero sin tregua. Mi nuevo superior, Sunil  es un tipo majo y encantador, y nuestra vida es bastante sana de comunicación, relación y vida comunitaria. Tiene un toque excéntrico que me gusta y lo mejor es que ha devuelto a los escolásticos tranquilidad y confianza sin dejar de ser firme cuando es necesario. Lo mejor desde que estoy en La India pues por primera vez he sentido que vivo con alguien con el que se puede vivir una vida comunitaria, con sus alegrías, discusiones, oraciones…de una forma sana y equilibrada. Después, unos meses más tarde Jojappa que llevaba dos años viviendo en Argentina regresó a La India. En Agosto se ordenó y le han mandado aquí, a Eluru como ayudante del párroco; es otra persona encantadora por lo que me siento dichoso. Para colmo de alegrías mi Difun se marcha a Ecuador tres meses que me hacen una persona muy muy feliz.

 Al comienzo he escrito que en el próximo año confío que experimente algunos cambios en aspectos básicos de mi persona, y que esos cambios serán para mucho mejor. Mi forma de rezar espero que sea una de ellos. Como podéis imaginar por como soy, no es que sea una persona de mucha oración en el sentido más estricto y teórico de la palabra. Creo en un Dios que me acompaña, que lo siento en mi Camino, en las cosas que hago y las que debería hacer; que se encuentra en las personas que me cruzo y me habla; creo en un Dios que siempre desea lo mejor para cada uno, aunque no siempre sea lo que más queremos; no creo que actúe desde algo que signifique muerte para enseñarme una lección, aunque le siento que está ahí, al lado en las desgracias que nos ocurren. Y creo que Jesús de Nazaret es un regalo para mí…

Y hablando de regalos, todo este tiempo en La India está significando el reencuentro con lo más puro de mí,  mis miserias y virtudes puestas a descubierto, la confirmación de la gente a la que quiero y a quien debería querer más, la felicidad que tengo por lo vivido y por la gente con que he vivido, la alegría por la decisión tomada y el miedo que brota cuando pienso en ello, la vida religiosa no como algo perfecto, pero sí como un instrumento del que Dios se sirve para que este mundo sea más humano y cristiano, la fuerza de la oración y mi poca fe. Y todo ello con la tranquilidad de quien tiene tiempo e intenta no asustarse cuando se mira al espejo. Un regalo que espero con el tiempo sepa descifrar todo su significado. En fin, mucho rollo para lo que luego uno vive, pero en ello estoy. Y, sin embargo, creo que todo esto no es suficiente y que he sido muy egoísta en mi oración, negándome a profundizar más, a tomar más riesgos, a seguir buscando mi mejor sitio en el mundo acorde al plan de Dios. Además, la filosofía hindú y su manera holística de entender el mundo va calando cada vez con más intensidad en mi vida, y poco a poco voy descubriendo cómo los católicos indios hemos asimilado todo esto a nuestra visión del mundo y me gusta…

En los dos últimos meses me están ocurriendo cosas que nunca podré decir que sean por casualidad y que me llevan todas a la misma dirección: mi transformación lenta pero verdadera, espero, en una persona mejor, más natural, respetuosa con el medio ambiente, más cariñosa y tierna con los demás, y sobre todo, mucho más espiritual, aprendiendo a respirar, a estar en contacto fraterno con la tierra, a seguir entendiendo mi cuerpo, a convertirme en una persona que valore y crea en la fuerza de la meditación y de la oración, a ser verdadera luz. Por primera vez siento que empiezo a vislumbrar las razones profundas de mi venida a La India. Y espero poder contarlo, aquí, en el blog. Además, también confío en escribir sobre aquello que me gusta y me cuesta como es el cine (lo prometo Noe), y profundizar en los remedios  y alimentos naturales. Sé que voy a leer mucho más y que por fin voy a dejar de hacer el ridículo, o mejor dicho, voy a hacer el ridículo mientras aprendo definitivamente el telugu. Y me queda por deciros que después de veintidós años me he cortado el pelo y  que lo tendré así un tiempo, quizá muchos años o siempre. Sigo con mi afición por la medicina natural y como bastante verdura cruda a ver si me ayuda para cagar con un poco más de frecuencia. He empezado a estudiar un poco el hindi pues la formación ya me deja bastante tiempo libre y he recuperado las buenas sensaciones de la vida. Poco a poco pero feliz.

 Estos últimos días del año nos acompaña en Eluru una monja dominica que se dedica a expandir su conocimiento sobre espiritualidad, el Aura, los Chacras y en general sobre la transformación de este mundo en algo mejor gracias a nuestra energía y luz que proviene de nuestro interior. Creo sinceramente que aparte de lo que mis queridos escolásticos puedan sacar de provecho, estos días están pensados para mí; es más que un regalo, es mi vida.

Mis últimas líneas son para mi familia, mis papis, Jose, Cari, Paloma y Yordi. Gracias por alegraros conmigo por mi extensión del visado, por ponérmelo tan fácil, por sentir vuestro cariño, amor y querencia, porque cada vez que hablamos me lleno de vuestra luz. Os quiero. Feliz año dos mil doce para todos. Con Cariño, Jesús Baena.


miércoles, 7 de diciembre de 2011

Mi Camino de Santiago, Abril 2011, (segunda parte)

17.04.11 Quedamos todos para desayunar pronto. La noche ha sido fresca y tranquila aunque la Mari en su infinito patosismo se ha caído de la cama mientras daba voces. Salimos juntos después del desayuno. Hoy de Sarria a Portomarín; es un día precioso y el Camino es muy lindo, el más bonito para mí. Pronto empiezo a andar con Deo: surrealismo delirante. De repente se pilla un rebote del quince con un par de tíos que parecen ir más de paseo que otra cosa y que les llama “el negrito y el otro”; les adelanta y se fuma un cigarro delante mientras les echa el humo. Increíble. Yo ando bien. Nos paramos para la cañita de rigor y al rato aparece la Mari. Dani está jodido, por lo que el padre se queda y nos largamos Mari y yo. Al poco encontramos a Antonio y Carlos, el corredor conquense. Me marcho con él y llegamos a Portomarín hablando. Me encanta Portomarín. Son las doce y media; unas latas de cerveza hasta que abran. Dormimos los cuatro más o menos juntos en literas; el resto no llegan a ese dormitorio enorme o se van a pensiones, pero pronto nos juntamos en los bares de los soportales y empiezan a caer cervezas, una cuantas. Hablo con los alemanes. Después nos vamos al supermercado porque Antonio nos cocinará macarrones por la tarde. Hago masaje en los pies a la alemana que habla un perfecto español. Luego leo un poco, algo de sol y lavamos la ropa. Más tarde volvemos a juntarnos con todos y caen más cervezas hasta que llega la hora de cenar. Es entonces cuando La Mari monta el pollo con la gente del albergue y nos revoluciona a todos con sus juegos y cánticos. Absolutamente maravillosa….

18.04.11 De Portomarín a Palas. Amaneció abierto, prácticamente soleado. Mi recuerdo es que esta etapa la anduvimos juntos todo el camino, cosa que no es nada fácil. Sacábamos fotos y se hablaba mucho. Recuerdo un minúsculo cementerio que tenía un árbol lleno de flores, precioso y que nos impresionó. La etapa fue tranquila y afable; al final nos llovió un rato pero poco. Llegando a Palas no nos detuvimos en el albergue situado a la entrada del pueblo (pabellón de deportes, cafetería..) sino que seguimos hasta el municipal. Allí ya estaba nuestro querido Antonio, esperándonos. Las hospederas no eran especialmente simpáticas pero bueno. La habitación daba a la plaza principal y dormimos con el grupo de catalanes. Agradable. Por fin depuse mi actitud en el baño y nos fuimos a comer a “Terra Nostra”. Al igual que me ocurrió en el Cebreiro y a pesar de tantos años pasados (recuerdo que los últimos años anduve el camino del Norte) la mujer me recordó y fue un momento lindo, además que comimos maravillosamente, como siempre. Después dimos un paseo y Antonio se fue a descansar pues ya está mayor; sentados en la plaza con “zanahoria” y demás conocidos pasamos un rato muy agradable. Llegó Antonio y se puso muy feliz al ver que en la plaza encontramos un lugar donde había “cruzcampo”, su cerveza andaluza, y lo celebramos. De repente y poco a poco la plaza se fue llenando de peregrinos que sentados juntos hablamos y compartimos vida. Un pasote. Antonio y yo nos fuimos a Misa de ocho y compartimos la fe con otros peregrinos. Después recuerdo que empezó a diluviar y no tuvimos tiempo para mucho más que una frugal cena y a descansar.

19.04.11 De Palas a Melide. La etapa es corta aunque ha salido el día muy lluvioso. Desayunamos muchos al lado del albergue. Nuestro querido Antonio ya había salido hacía un rato pues él siempre sigue su ritmo para poder llegar sano y alegre a Santiago. Salimos juntos un buen grupo bajo una copiosa lluvia. Atrás han quedado los primeros días de andar solo y embebido en mis pensamientos. Como imaginaba, el paso de los días y el contacto  con la gente provoca nuevos enfoques y distintas perspectivas. La vida se comparte y suena estupenda su sinfonía… paramos  a ver una pequeña capilla, preciosa. La lluvia es fina y constante pero llegamos pronto a Melide y al encontrarnos con Antonio nos tomamos un café y elegimos el sitio para venir luego a zamparnos el famoso pulpo de Melide, una ciudad grande con una parte antigua que tiene su encanto. Esperamos un largo rato para poder entrar en el municipal pero al final conseguimos estar cerca unos de otros. Nos vamos a comer pulpo con una pareja mayor donde ella con una enfermedad de cáncer que empezaba a superar venía a dar gracias y coger fuerzas… Luego los tres, Antonio, Mari y yo nos vamos a comer un helado a pesar de la lluvia. Antonio descansa y yo acabo hablando un largo rato con el australiano, con el que quedo para andar al día siguiente y escuchar su vida y compartir las nuestras.. Bajo la intensa lluvia marcho después con el coreano y Mari a la Eucaristía. Cena sencilla y a dormir…pero hoy una mujer como nunca había escuchado en mi vida ronca de tal forma que apenas pude dormir. Alucinante.

20.04.11 De Melide a S. Irenea y mis amigos. Amaneció totalmente encapotado y de nuevo con lluvia. Como habíamos quedado el australiano y yo para andar, primero nos apretamos un lindo desayuno. Antonio ya había salido. A veces la lluvia era tenaz y se hacía difícil el andar y charlar a la vez pero caminamos juntos unas horas y descubrí a un hombre queriéndose reconciliar con sus seres queridos y consigo mismo después de una vida abrupta y llena de decisiones no muy acertadas, como él decía. En Arzua nos dejamos a nuestro aire y Simon el coreano, la Mari y yo nos juntamos a seguir caminando.

Simon es un tipo estupendo con una vida muy curiosa. Perteneciente a una familia cristiana de buena salud económica había decidido a sus treinta y dos años ser sacerdote, pero me dijo que la edad fue un escollo insalvable para que le permitieran estudiar y ordenarse. El caso es que al no poder realizar lo que deseaba, su familia le da dinero para recorrer durante un año entero Asia y Europa empezando su tour en Rusia en el mes de diciembre! Yo le conocí en abril y hace un par de semanas (finales de octubre) llegó a La India, pero al norte y no hemos podido vernos. Su experiencia por esta tierra no ha sido muy agradable. A final de año pisará su casa coreana. ¡Bendito Simon!

La vida de Mari también merece la pena ser contada aquí en un par de brochazos. Mujer con muchas inquietudes y con necesidad de encontrar sitio y gente donde celebrar la fe decide al término de su carrera irse dos años a Irlanda y de allí a Sudamérica en busca de su mejor sitio en el mundo. La tengo mucho cariño pues es de las pocas mujeres que me hace reir.

El tercero de quien quiero hablar es de Antonio, el sevillano. A sus cincuenta y cinco tacos  andaba la parte del Camino que no pudo recorrer años atrás al tener que volver a Sevilla por historias familiares. Desde entonces no se afeitó y parecía un bondadoso ermitaño, sencillo y solitario. Más tarde tuve el placer de conocer a su mujer e hija. Grande Antonio.

San Irenea es un pequeño albergue enclavado en medio de ningún sitio y lindo, muy lindo. Siguió lloviendo lo que quiso hasta el final del día pero no fue impedimento para pasar otra tarde extraordinaria de paseo, encuentros, iglesias y comida gallega.

21.04.11 Hacia el Monte del Gozo. (Jueves Santo). La noche en el albergue ha sido delirante. El madrí y el barsa volvían a jugar y buena parte de la peña, aunque llovía, se ha ido a ver el partido y tomarse unos refrescos. Desde Melide los caminos del norte, el francés y los del sur se hacen uno por lo que la afluencia de peregrinos es mayor, y a pesar que el albergue está en medio de nada se había llenado pronto. Algunos de los que fueron a ver el partido volvieron con un pedal inmenso, especialmente dos chicas gallegas! Gritos, cánticos y vomitonas… Una pareja de extranjeros ya con cierta edad se quejaba con toda la razón. Mi querido Antonio es un tronco y dormía plácidamente a pesar del follón. Mari, Simon y yo dormimos a ratos. Nos pusimos a andar en dirección al Monte del Gozo: Hoy Antonio ha hecho el camino con nosotros pues queríamos llegar los tres a la vez al monte. Nuestra idea es pasar aquí la noche y mañana pronto disfrutar del día en Santiago. Antes de los últimos kms nos paramos a comer algo. Estamos serenos y contentos. Cuando llegamos los tres al Gozo nos juntamos con el resto de amigos; momento estupendo de encuentro, fotos y despedidas ya que buena parte de ellos decide continuar hasta Santiago y regresar a sus casas mañana. Simon, Antonio, Mari y yo nos quedamos a disfrutar. Ducha caliente, paseo y una cervecita reparadora. Bueno, fueron dos porque llovía mucho y tuvimos que esperar. Por entonces ya habíamos conocido a un grupo de jóvenes que venían de Alcalá de Henares, salesianos, y que venían con un cura joven y encantador de organizador, y a sus padres de cocinera y logística. La Mari rápidamente se presentó y en nada de tiempo la madre y cocinera nos obsequió con un cocido que todavía al recordarlo lloro. Después celebramos horas más tarde el jueves santo en una de las habitaciones. Seríamos unos veintitantos; fue maravilloso, genial, diferente y único. Un regalo compartido.

22.04.11. SANTIAGO. Viernes Santo. Último día. Salimos del Monte de Gozo los tres pues Simon quería ir a su bola. El día es lluvioso de nuevo, muy lluvioso. No importa. Nos ponemos a caminar después de despedirnos del grupo de Alcalá. Nos recorre un sentimiento de felicidad, de paz, de nervios.  La Mari no tiene prisa por quedar con su chico que le está esperando, ya que quiere que entremos los tres juntos al Obradoiro y sentir el pálpito de un momento único, de nuevo único a pesar de las veces, diferente. La plaza se abre inmensa ante nosotros y nos abrazamos. Después Compostelana y a disfrutar de la Catedral, casi un par de horas que parecen minutos. Le doy gracias por todo el Camino, por mi vida y por los amigos y mi familia. Cuantos años esperando andar El Camino solo y con la gente que me encontrara. Lo repetiré. Es el momento de desayunar bien y nos vamos a ver a mi amigo Agustín, a “Paradise”. Me reconoce y nos abrazamos. Es un momento maravilloso, de lágrima y de felicidad. Empanada, tortilla, vino blanco. Nos separamos después, pues Mari va al encuentro de su chico y Antonio y yo buscamos un sitio para él. Yo regreso a Madrid esta noche. Logramos una cama en el Seminario Menor para Antonio y bajo la continua lluvia regresamos a Paradise pues hemos quedado todos allí para comer. Disfrutamos un montón y al término nos vamos a mi tienda favorita: camiseta, pendientes, recuerdos de Santiago. Ante la insistencia de mis amigos intento que me dejen celebrar el viernes santo vestido de sacerdote junto al obispo. Lo logré de casualidad pues ahora están estrictos y yo no tenía ningún carnet de presbítero. La celebración fue lo que necesitaba para terminar una semana diferente, algo que permanecerá latente como claridad en la sombra. Era viernes santo y allí estaba yo, en el Obradoiro tras una semana de encuentro con mis oscuridades y mis ganas de ser luz. Al término de la celebración nos recorrió un sentimiento de felicidad y tristeza. Había que decirse adiós y lo hicimos tomándonos el penúltimo refresco. Poco más tarde me encontraba andando hacia la estación de autobuses con un poco de tristeza pero con inmensa alegría y felicidad de la semana vivida y de la gente conocida, mucha, sobre todo de mis nuevos amigos Antonio y Mari.